La espera. Ese sentimiento de asosiego que corroe el pensamiento, tensiona los músculos y dispara los nervios. La espera en un hospital, que se desborda con las lágrimas y se consume en un profundo dolor, que invade el cuerpo con un profundo deseo de correr, huir del olor a terror que se respira, que se siente, y, que tú mismo estás produciendo. La espera por esa persona, por escuchar una palabra, obtener una mirada o ¿por qué no? un beso en un momento de silencio, esa espera que ilusiona y desilusiona con miradas de indiferencia. La espera por iniciar tu vida, por completar tus sueños, por sentirte exitoso, esa que electrifica el cuerpo con energía de continuar, esa que parece no tener un final. Ese estado de ánimo pausado en el tiempo, ese empujón que falta, esas lágrimas que sobran. La espera intranquila deseando un final, uno malo o uno bueno pero un final que permita el descanso.
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